Las emociones son la forma qué tenemos las personas de reaccionar a lo que nos rodea y a nosotros mismos; son normales y todos las tenemos. Son cambiantes, a veces confusas y, sobre todo, necesarias.
La palabra emoción viene del latín “movere” que significa mover y “e” que significa que hay una finalidad en ese movimiento. Las emociones tienen un fin, que es informarnos sobre el mundo, darle valor a lo que esta pasando, aprender y responder a lo que nos mueve.
Las emociones son estudiadas por la psicología y toman lugar en gran parte de ella. A la hora de comprender la conducta humana, nos vemos obligados a comprender también el peso de las emociones en ella. Según la psicología, la conducta se debe a que previo a, ha existido un estímulo, que ha generado un pensamiento, ese pensamiento una emoción, y esa emoción, una conducta.
Las emociones no son buenas ni malas, son solo una consecuencia. Es importante no etiquetarlas ni evitarlas, ya que son algo intrínseco nuestro. Es importante aprenderlas, conocerlas e identificarlas.
Esta capacidad se llama Inteligencia emocional, y podemos empezar a desarrollarla en la infancia.
Para conocer las emociones, debemos empezar por las más básicas; que son alegría, tristeza, asco, miedo, ira y sorpresa.
La alegría actúa para permitirnos disfrutar del momento que estamos viviendo.
La tristeza es una emoción que ayuda a comprender y pasar el dolor. Sirve para desahogarse ante una situación que nuestro pensamiento interpreta como negativa.
El miedo es una emoción que tiene relación con la supervivencia, percibe aquello que nos amenaza y nos impulsa a alejarnos.
La ira es una que nos ayuda a detectar las injusticias y amenazas, invitándonos a actuar frente a ellas de forma explosiva.
El asco sirve para detectar aquello que puede ser potencialmente tóxico o peligroso para la salud, invitándonos a alejarnos.
La sorpresa es una emoción básica que surge instintivamente ante un acontecimiento inesperado.
Como podemos ver, todas las emociones tienen una finalidad y nos invitan a actuar. Gracias a la inteligencia emocional, aprendemos a identificar cada vez que pasamos por una emoción, desarrollando la autoconciencia. El siguiente paso a la autoconciencia es la autorregulación, ¿pero esto significa entonces bloquear las emociones?
En absoluto.
No podemos controlar las emociones, pero si podemos controlar lo que hacemos con ellas. Podemos sentir ira, y no explotar, sentir tristeza, y no dejarnos abrumar por ella… En eso consiste la autorregulación. Desarrollamos la capacidad de controlar las conductas que surgen a raíz de las emociones, adaptándonos a los cambios y buscando nuestro propio malestar.
En los niños todo este proceso es mucho más complicado que en los adultos. ¿Pero por qué?
Quizá nos encontremos con un niño teniendo un berrinche, estando muy enfadado por una razón que quizá es mínima. Ante esta situación debemos tener en cuenta que es la primera vez posiblemente que sienta el gran malestar que provoca el no tener algo que se quiere, y este sintiendo por primera vez, ira. La ira a veces se apodera de nosotros, los adultos. ¡Imagínate que poder tiene en los niños!
Es importante en estos casos ayudarles a identificar la emoción, y validarles por tenerla. “Estas enfadado, ¿verdad?” “Es normal que estés enfadado por que no puedes tener esto.” A continuación, señalaremos la conducta que percibimos como problemática y le explicaremos porqué está mal. “Cuando estamos enfadados, gritar no sirve de nada y nos hace sentir peor.” “No puedes hacer un berrinche, no está bien porque pones a los demás tristes.”
Permitiremos la expresión de la emoción, buscando la calma y sin regañar. Para luego dar una alternativa. “Quizá te haría sentir mejor un abrazo.” “No puedes tener esto, pero si quieres en casa comemos un chocolate.” “¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?”
Se intentará durante este proceso, incluir alguna estrategia de respiración profunda, ya que, en casos de una ira muy fuerte o una tristeza muy fuerte, es útil para controlar las respuestas fisiológicas.
El proceso es lento, pero da muy buenos resultados. No se aprende de un día a otro a controlar las emociones, y a veces es complicado en una situación así, que nosotros los adultos controlemos las nuestras propias.
Cuando estemos agotados, siempre tendremos en mente que la inteligencia emocional es indispensable para el desarrollo humano, brindando la capacidad de cursar en el día a día con mas claridad, eficiencia y alcanzando un mejor rendimiento a lo largo de la vida.
También, siempre recordar que, si nuestras emociones nos abordan, siempre podemos disculparnos. El perdón es una gran habilidad que tiene relación con la Inteligencia emocional.
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