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Blog 10. Incrementan los índices de ansiedad en población joven.

La prevalencia de los trastornos de ansiedad es un tema de creciente preocupación en los últimos años. Los actuales estudios realizados por la Encuesta Nacional de Salud arrojan cifras de un 6,7% de la población española que padece trastornos de ansiedad, lo que supondría 3 millones de personas. Las cifras, además, relatan que la edad ha decrecido considerablemente, siendo los jóvenes de entre 15 y 29 años los que refieren presentarla con mayor frecuencia, seguido de las personas entre los 30 y 44 años.

En gran parte, la “adicción al consumo de serotonina” que en la actualidad está experimentando la sociedad, en especial la población joven, está relacionado con su rol como neurotransmisor clave en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el apetito y otras funciones fisiológicas. Los desequilibrios en los niveles de serotonina en el cerebro pueden contribuir a trastornos como la ansiedad, la depresión y el estrés.

Esto, unido a la inmediatez que refuerza dicho consumo de serotonina, haciendo que se eleve el deseo de obtener recompensa o resultados de manera inmediata, hace que las personas busquen la satisfacción y gratificación instantánea, lo que puede afectar negativamente a la capacidad de tolerar el malestar o la incertidumbre.

Este fenómeno se ha exacerbado en la era digital, donde el consumo de videos (en plataformas como Instagram o Tik Tok) hace que dichos niveles de serotonina puedan ser más elevados en menor espacio de tiempo. Otro ejemplo es el poder avanzar una prueba deportiva para ver los goles o canastas, lo que hace que intrínsicamente se refuerce la obtención de la gratificación de forma inmediata, y lleve a reducirse la tolerancia a la incertidumbre, y a la mayor dependencia de estímulos externos.

La cultura de la inmediatez puede agravar la ansiedad, no solo al reducir la capacidad de regular las emociones, sino también al influir en el sistema de serotonina del cerebro.

Pero ¿qué es la ansiedad? En los últimos tiempos, el uso de la palabra “ansiedad” se ha trivializado en muchos contextos, teniendo esto repercusiones a nivel social y de Salud Mental. Algunas de las principales razones son:

  • La confusión con otras emociones u otros estados como: la preocupación, el nerviosismo o el estrés, siendo estas respuestas adaptativas ante ciertos eventos o desafíos cotidianos.
  • La desvaloración del sufrimiento real: cuando la ansiedad se trivializa se corre el riesgo de minimizar o invalidar la experiencia de quienes padecen una condición clínica de ansiedad. Esto puede generar incomprensión e incluso culpabilidad al ser percibido como algo común y “no ser capaces de sobrellevarlo”.
  • Además, esto provoca la estigmatización y banalización de las enfermedades mentales. Si todo se “etiqueta” como ansiedad, puede generar la sensación de ser algo común y de que “cualquiera puede superarlo”.
  • Normalización del malestar sin intervención: al trivializar la ansiedad, se corre el riesgo de normalizar el malestar emocional continuado, sin búsqueda de ayuda profesional.

La ansiedad es una respuesta tanto física (palpitaciones, sudoración, insomnio), como emocional, que surge en situaciones percibidas como amenazantes o estresantes, así como cognitiva (preocupación constante, pensamientos intrusivos). Es excesiva, persistente y desproporcionada frente a las circunstancias. Puede afectar significativamente a la calidad de vida de una persona.

Aquellas reacciones que se escapan al control, invalidando la funcionalidad de una persona, pueden ser diagnósticos de ansiedad, que se podrían especificar en función de las distintas características como: trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de pánico, fobias específicas, trastorno de ansiedad social, trastorno obsesivo-compulsivo o trastorno de estrés postraumático.

En los trastornos de ansiedad, la persona suele estar atrapada en un marco relacional que le lleva a interpretar el mundo como amenazante. Los marcos relacionales son patrones de relaciones de estímulos que se establecen a través del aprendizaje y que permiten organizar y ordenar la realidad dándole un significado.

A través de sesiones terapéuticas, dentro de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la evidencia científica muestra que la capacidad de cambiar de perspectiva y adaptar nuestros marcos relacionales de acuerdo a las circunstancias es crucial para la estabilidad emocional.

El uso de técnicas, de la ACT, ayudan a las personas a tomar conciencia de sus patrones de pensamiento y a desarrollar una mayor flexibilidad en la forma en que piensan y se relacionan con sus experiencias internas.

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