Una pregunta que nos hacen a diario los padres a los psicólogos es “¿Es mi hijo adicto a los videojuegos?” Gracias a la entrada en este blog nos volveremos expertos en que son las adicciones, que papel tienen los videojuegos en ellas y que puede estar nuestro hijo o hija tratando de comunicarnos en esas horas tan absorto en la pantalla.
Para entender de lo que hablamos es crucial delimitar que es una adicción. Una adicción es un fuerte deseo, también llamado compulsión, que hace a una persona a llevar a cabo una conducta especifica. Esta conducta es muy difícil de controlar y aquellos que padecen de una adicción pueden experimentar malestar y alteraciones en el estado de animo cuando esta conducta es impedida.
La adicción a los videojuegos se encuentra recogida en el CIE-11, según el CIE-11 hay un deterioro en el control del tiempo que se destina al juego (intensidad, frecuencia y duración), el juego se vuelve una prioridad impidiendo el llevar a cabo actividades diarias y manteniendo el estado de juego a pesar de las consecuencias negativas que tiene sobre su vida.
Otras características son:
- La predominancia del juego en la vida del sujeto.
- La euforia que conlleva sensaciones de felicidad y alivio de la ansiedad.
- La necesidad de jugar cada vez más para mantener la misma sensación.
- La intolerancia a la abstinencia.
- El juego genera conflictos que distorsionan diferentes áreas de la vida.
- La fase recaída y/o recuperación con tendencia a retomar el juego de manera exagerada luego de un periodo de abstinencia.
Pero ¿De dónde surge la adicción a los videojuegos?
Resulta ser multifactorial, iniciando por la propia naturaleza de los juegos en sí, siendo grandes generadores de emociones positivas y reforzantes; los videojuegos son cambiantes, coloridos, dinámicos y muy entretenidos. En un breve periodo de tiempo se pueden sentir muchas emociones que, por lo general, incitan a su uso repetido.
Hay que tener en cuenta que, además de esto, establecen metas a corto y largo plazo, habiendo pequeños retos o desafíos que permiten al propio jugador evaluar sus habilidades y motivarle a seguir adquiriendo capacidad y conocimiento del propio juego, valorando y apreciando su experiencia. Esta motivación es uno de los principales evocadores de la “conducta motivada”, activando tres sistemas: el sistema homeostático, que interviene en las necesidades primarias; el sistema hedónico, que interviene en la sensación de placer subjetiva y el sistema de estrés o castigo, que nos incita a evitar situaciones dolorosas.
Es decir, mediante activación e inhibición de ciertos sistemas se generan estimulaciones placenteras, provocando que la conducta de juego sea realizada y repetida.
Todo esto junto a que, además, cada vez más el momento presente y la satisfacción inmediata son lo más importante. Esta falta de “paciencia” mezclada con una sensación de soledad, que resulta predominante en la adolescencia, acaban generando un cóctel que inicita a los más jóvenes a evadir la realidad mediante los videojuegos.
Los videojuegos son adictivos de por sí, y en un contexto informatizado como el español, donde las pantallas y los dispositivos están al acceso de todos parece imposible detener la adicción.
En este punto resulta crucial diferenciar un ocio sano de una adicción; los videojuegos resultan también una gran herramienta, no solo para el ocio, pero para el desarrollo cognitivo de mayores y jóvenes. Conocer, identificar y aplicar relaciones sanas con las pantallas, normalizándolas en nuestro día a día y compaginarlas con otros tipos de ocio saludable resultaría en los videojuegos como otra forma de ocio mas como salir a pasear o jugar al futbol.
Como anteriormente comentamos, el potencial adictivo de los videojuegos no se puede eliminar, pero si podemos trabajar en el tiempo que se invierte en ellos y la soledad en la adolescencia.
La herramienta principal que se está implementando en algunas consolas (Nintendo, XBOX…) es un limitador del tiempo de uso; tras programar el tiempo deseado, la consola solo se podrá usar en ese periodo. Por otra parte, también es crucial generar hábitos, tener horarios de sueño estables y sanos, horarios para comer y destinar el tiempo de ocio a varias actividades distintas.
A raíz del ocio, hablaremos de la soledad; si la única fuente de interacción social que recibe el adolescente es mediante los videojuegos retirarlos puede ser un error; a pesar de que la adicción nunca va a ser buena, la soledad tampoco es mejor, hay que encontrar un equilibrio entre las relaciones sociales y el tiempo solo deseado. Salir a la calle, ir a actividades de ocio fuera del hogar o practicar algún deporte pueden ser alternativas que favorezcan la salud, tanto mental como física de los más jóvenes, paliando también esa sensación de soledad.
Conoce nuestros servicios de infantojuvenil aquí.
Síguenos en Instagram para estar al día con la psicología.